Después de mucho caminar
he decidido dar provecho
y desventura consentida
a lo que resta del invierno,
por si el calor me abrasa y ciega
con sus afanes de torero
y no quedaran alegrías
con que llenarme los bolsillos
(que siempre llevo bien abiertos).
La solución no es complicada:
Tumbarme en un sillón de cuero,
la quinta y sexta de Tchaikovsky
y las cuartillas de los versos;
tabaco y ron para el olvido
y una cajita de recuerdos
donde he guardado mis sentidos
y los recortes de mis sueños.
Y si llegaran los veranos…
Qué más da. Nada me da miedo.
Salvo el perfume del vacío
cuando terminan las palabras
y el engranaje de la vida
sin la armonía de unos versos.
Del libro "Náufragos del Abismo"
Primer Premio Local de Poesía "Villa de Sonseca"