domingo, 28 de septiembre de 2014

PREMIO EN CIUDAD REAL



Magnífica velada la del pasado viernes 26 de septiembre en Ciudad Real. La Hermandad de Pandongos de dicha ciudad tuvo a bien concederme el segundo premio de poesía "Sancho Panza" en esta edición de 2014. El acto de entrega de premios, mantenido por la prestigiosa poeta manchega Juana Pines, se desarrolló en el Museo López Villaseñor; una antigua y preciosa casona manchega reconvertida, con buen criterio, en museo y en lugar insigne de cultura.
El primer premio de poesía fue para David Leo, gran poeta y mejor persona, por su poema "El árbol"; el premio en prosa fue para José Agustín Blanco, por un precioso y muy trabajado relato titulado "Al alba del cuarto día". En cuanto a mi poema, poco que decir: "Crisol y glosas para un instante de la Mancha". Aquí os lo dejo para que lo disfrutéis o lo sufráis, no sin antes volver a dar las gracias a los pandorgos y al ayuntamiento de Ciudad Real por el premio concedido, por su acogida y por su amor a la literatura. No me quiero olvidar de todos los que vinieron de Sonseca para acompañarme en este acto tan bonito: fue una gran sorpresa que me hizo mucha ilusión. Gracias Chicos.
 
 
CRISOL Y GLOSAS PARA UN INSTANTE DE LA MANCHA
 
Heme aquí, todo y quedo ante el edén
forjado en cal y sol y verde viña,
paraíso mistérico del hombre
que me abraza y me asfixia  de recuerdo
infantil y sanguíneo.
                                  Heme aquí,
postrado ante el altar de la llanura
apenas susurrante: seguidillas
bajo la mies y el trillo, viento y surco,
bacanal infinita y anhelada,
cardencha y vid simbiótica y eterna
que se derrama fértil sobre el alma
como los manantiales sempiternos. 
Heme aquí en un instante de La Mancha. 
Heme aquí, Dios sin mar, arrodillado
frente a la profundísima belleza
del labrantío, júbilo profano
de encallecidas manos, melancólica
y fiel mirada al cielo arrebolado,
sarmentales murmullos de ese campo
del que yo hice una vida y tú el hogar.
 
Y aquí, tras la nostalgia acibarada
de fúcares y reyes,
estandartes en piedra y maderamen,
lujuriosos molinos, pedestales
ascéticos fundiendo cielo y tierra,
intercesores tántricos del viento,
paradigmas del tiempo inalcanzable;
heme aquí, dirimiendo tu girar
y el paso de los años, ya sin lanza
y sin rocín con quien acometer
gigantes del pasado en singular,
libidinosa y épica batalla,
presagio, casi verbo, de un poema.
Pues…
            como la esmeralda al viñedo,
La Mancha es el indicio de unos versos
apenas columbrados en las calles,
un sueño de bandurria y mes de mayo,
efluvio nacarado, pulcritud
de polvo ardiente y áspero terruño,
taumatúrgico amor luego de esbeltos
retablos seculares; heme aquí,
sin poderte llorar la desnudez
de tu armonía mística y libérrima.
 
Heme aquí, desflorando los silencios,
la soledad sublime y habitada
por corazones hondos y sencillos:
cadenciosas mujeres de toquilla,
nobleza contenida, madre amante,
hidalguía de plaza porticada
que lucha y muere sin queja ni mácula;
hombres de recio porte y fe paciente,
alma límpida, rostro endurecido,
venerable mancera en el arado
que diriges el rumbo y la memoria
combatiendo el granizo de almanaque
sin otro afán que pámpanas mojadas
y frutos de vid plena y poderosa.
 
Desde los fontanales a las sierras,
cruzando la llanura horizontal,
vórtice sacro y fiel de las Españas,
suspiro, cual Mambrino destocado,
patria de eternidad altiva y núbil
que brota y se desangra luminosa
por entre las entrañas y el paisaje.
Y heme aquí en cautiverio cervantino,
presintiendo las huellas de ese adiós
que desgarra la piel y los sentidos
bajo la tibia luz de los inviernos,
enfermos ya de ausencia y soledad,
parado ante un instante de La Mancha,
santuario y hornacina venerable
a quien gloso en crisol de verso y paz.


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